Desde los humanistas a
los enciclopedistas
LQSomos. Zerimar Ilosit.
Junio de 2011.
Este movimiento cultural,
el de los Humanistas, que fueron literatos, científicos, filosóficos, nació en
Italia y se propagó por Alemania, Holanda, Francia e Inglaterra. Como ideología
de un medio social ilustrado y relativamente limitado, correspondió a las
necesidades de lucha contra el feudalismo y esclavitud del individuo. Como
movimiento cultural, el Humanismo tomó cuerpo gracias a los estudios intensos
durante los siglos XIV y XV de los antiguos documentos sobre literatura,
oratoria, historiografía, filosofía, legados por Grecia y Roma.
En Italia los Humanistas
más eminentes fueron, en el siglo XIV Petrarca y Boccaccio; en el XV, Pico del
la Mirandola, entre otros. Ellos quisieron libertad a la humanidad de las
cadenas que fueron (aún perduran) de las concepciones religiosas, defendiendo
los derechos y las dignidades del individuo.
Los Humanistas
italianos en la época de su
naturalidad tendían a emancipar la moral de los cánones del cristianismo
escéptico; restablecer los derechos de una saludable sensualidad y denunciar
las hipocresías monásticas. Ciertos humanistas como Erasmo (1466-1536) se
limitaban a ridiculizar los oscurantismos, el parasitismo y la ignorancia
especialmente de los monjes y del alto y bajo clero. Pero al mismo tiempo
trataba al pueblo “desde arriba” y suprimía los problemas políticos. Otros,
como el inglés Thomas More, proponía la reorganización social de la manera que
toda trabajase y que los bienes de consumo fuesen repartidos igualitariamente.
Aún otros, como Ulrich Von Hutten, humanista alemán de principios del XVI,
proponía en nombre de la nobleza un programa de reformas imperiales y llegaron
inclusive a iniciar una lucha directa contra los príncipes feudales. Por otro
lado, en su mayoría los humanistas no se adiarán a la Reforma.
El Humanismo contribuyó
sensiblemente para ampliar el horizonte cultural de los hombres y valorizar la
herencia literaria de la antigüedad, investigar, comentar, publicar manuscritos
clásicos relegados al olvido durante la edad media. Igualmente fue su papel en
la elaboración de métodos de críticas filosóficas. Numerosos humanistas, Erasmo,
por ejemplo, conocía las lenguas y literaturas antiguas, fueron maestros de la
investigación filológica al mismo tiempo que autores de talento que
satisficieron las costumbres y la ignorancia del clero.
Después de haber
desempeñado un papel progresivo durante los siglos XIV al XVI, el humanismo,
desprovisto de auténtica base democrática, se restringió a un círculo cerrado
de sabios latinistas que trataban al pueblo con altivez, despreciando al arte y
la lengua popular. Los últimos humanistas italianos censuraron a Dante por
haber empleado la lengua del pueblo y popularizando las doctrinas cosmológicas;
y solo apreciaban de Petrarca y Boccaccio los escritos latinos.
Siempre más presos a una
retórica artificial, se dedicaron a las sutilezas filosóficas con gran
ostentación de erudición y de conocimientos en la arqueología. De esa forma la
nueva ciencia del último periodo del Renacimiento creada por prácticos
pintores, escultores ingenieros, se levantó no solo contra la escolástica, pero
también contra el humanismo. Él ya burgués llegó a su apogeo durante el siglo
XVIII, en la época de los enciclopedistas. Sin embargo, una vez en el poder, la
burguesía renunció a las concepciones humanitarias y persiguió toda
manifestación de pensamiento libre.
Los Enciclopedistas fueron los precursores ideológicos de la Revolución
Francesa de 1789, reunidos por una obra común: “La Enciclopedia”, (1751-1780).
Juntamente con los filósofos, hombres de ciencias y escritores, colaboraron en
ella ingenieros, militares y médicos de renombres. La Enciclopedia fue
dirigida por el materialista e ideólogo francés del siglo XVIII, Denis Dederot,
(1713-1784). Sus opiniones le valieron medidas de represión. Él reconocía la
existencia objetiva de la materia eterna en movimiento.
Sus más íntimos
colaboradores fueron D’Alembert y entre los autores más allegados de la obra figura Voltaire, Helvetius, Holbach,
Rousseau; naturalistas célebres tales como Buffon, Leroy, etc. Los
Enciclopedistas profesaban diferentes opiniones políticas. Algunos eran
partidarios del ‘despotismo clerical”, otros republicanos, pero todos se
oponían al régimen feudal; se pronunciaban contra los privilegios de las castas
dominantes. Las opiniones filosóficas de los enciclopedistas eran igualmente
diversas. Voltaire y Rousseau eran deístas, reconocían en Dios la causa
primera, pero negaban sus influencias sobre la naturaleza. Diderot, Helvetius y
Holbach se clasificaban entre los materialistas y ateos militantes. Sin embargo,
ellos se sentían unidos por un odio común hacía la escolástica, el dominio de
la iglesia católica sobre el espíritu humano.
Los enciclopedistas más radicales, los materialistas, luchaban
resueltamente contra la servidumbre de la gleba. Gracias a su participación, la
Enciclopedia se convirtió en un arma de combate contra los fundamentos de los
regímenes feudales que aún persistían.
Los materialistas
franceses no limitaban sus críticas simplemente a los asuntos religiosos, se
hacían extensivos a todas las tradiciones científicas y a todas las
instituciones políticas de su tiempo. Para demostrar la posibilidad de
aplicación universal de su teoría, seguían el camino más corto: la aplicaban
audazmente a todos los objetos del saber. La Enciclopedia es la obra
gigantesca que les valió el nombre de precisamente de “Enciclopedistas”. De esta
manera, el materialismo se convirtió en el credo de todas las juventudes
culturales de Francia.
A pesar de eso ninguno de
los enciclopedistas ultrapasaron los límites de la ideología burguesa. Su
“reino de la razón” no era, a fin de cuentas, nada más que el reino idealizado
de la burguesía. Aún así, ellos fueron perseguidos como enemigos del régimen feudal
y de la iglesia católica. Algunos fueron condenados a prisión y sus obras
quemadas. En la actualidad y con alguna que otra frecuencia en los medios
divulgativos filosóficos, científicos y hombres de letras dan muestra de
hostilidad para con los ideales de los “Enciclopedistas” tanto en el pasado
siglo como en el actual.
Pero cabe afirmar que por
otro lado no dejamos de ver la intensa lucha que hoy hay contra esas reacciones
arcaicas por lo que apreciamos el gran papel que los “Nuevos Enciclopedistas”
desempeñan contra los inquisidores actuales.
Reforma Y Contrarreforma
Desde
finales de la Edad Media, en Europa se sentía la necesidad de emprender una
profunda reforma religiosa que acabara con los vicios y la corrupción de la
Iglesia. Lutero, en Alemania, fue el primero en romper con el dogma
establecido, poniendo fin a la unidad de la cristiandad occidental.
Lutero y sus tesis
A
principios del siglo XVI la imagen que ofrecía la Iglesia indignaba a muchos
cristianos, que no podían aceptar prácticas como la compraventa de cargos
eclesiásticos, el lujo de los papas, que se comportaban como príncipes
renacentistas, la vida relajada de los clérigos y su escasa preparación.
Martin
Lutero (1483-1546),
monje agustino y profesor de teología de la Universidad de Wittenberg, se
rebeló contra Roma cuando el Papa León X(1513-1521) ordenó, en
1517, la predicación de indulgencias, es decir, el perdón de los pecados a
cambio de limosnas para financiar la reconstrucción de la basílica de
San Pedro.
Grabado
que representa a Martin Lutero fijando sus tesis en la Iglesia de Wittenberg.
El 30 de
octubre de ese año Lutero fijó en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus noventa
y cinco tesis contra la doctrina católica. Los puntos principales de
su reforma eran:
La justificación
por la fe: las personas se salvan sólo por su fe, y no por sus obras.
El sacerdocio
universal: todos los creyentes pueden interpretar libremente los textos
sagrados.
El libre
examen de la Biblia, con el rechazo de la tradición de la Iglesia
como fuente de la verdad y como autoridad en la interpretación bíblica.
Abolición
del celibato sacerdotal obligatorio.
Reducción
de los sacramentos a dos: bautismo y eucaristía.
Reforma y política
En Alemania las
ideas de Lutero se extendieron rápidamente, por estar dividida en múltiples
estados cuyos príncipes deseaban independizarse de la autoridad del emperador
Carlos V y del Papa (ver t28). De este modo, la Reforma se
convirtió en un arma ideológica para justificar intereses políticos.
En Inglaterra,
la misma motivación política, impulsada por el deseo de reforzar la monarquía
autoritaria, propició la separación respecto a la Iglesia de Roma cuando Enrique
VIII (1509-1547) decidió crear la Iglesia anglicana (1534).
En Suiza,
la Reforma tuvo como protagonistas a Ulrico Zuinglio (1484-1531)
y, sobre todo, a Juan Calvino (1509-1564), quien instauró
en Ginebra un gobierno extremista basado en la doctrina de la
predestinación. El calvinismo se propagó por los Países Bajos, Escocia (presbiterianos),
Inglaterra (puritanos) y Francia (hugonotes).
La
consecuencia principal de la Reforma fue la división de Europa en diversas
confesiones enfrentadas.
Tras
la paz de Augsburgo (1555) entre Carlos V y los príncipes
protestantes alemanes, se impuso la idea de que los súbditos estaban obligados
a abrazar la religión de su señor, según la fórmula cuius regio, eius
religio («tal es su país, tal su religión»). Dentro de cada
demarcación no se toleraron las disidencias religiosas.
El Concilio de Trento y la Contrarreforma
La
Iglesia católica también tenía un anhelo de reforma. Erasmo de
Rotterdam (h. 1469-1536) realizó una crítica de la Iglesia desde
dentro de la institución, pero la verdadera reacción sólo tuvo lugar cuando se
comprobó que el acuerdo con los protestantes era imposible.
El
resultado fue la Contrarreforma, cuyos principios eran opuestos a
los de la Reforma de Lutero. El Concilio de Trento (1545-1563)
fue convocado por el Papa Paulo III (1534-1549) para fijar el
dogma católico y crear nuevos medios de difusión de la doctrina.
Las
consecuencias inmediatas del Concilio fueron:
El dogma:
se mantuvieron la creencia en la salvación por la fe y también por las obras,
los siete sacramentos, el celibato sacerdotal y el culto a la Virgen y los
santos; se ratificó la posición del Papa como cabeza de la cristiandad y la
autoridad exclusiva de la Iglesia para interpretar los textos sagrados.
Nuevos medios:
se crearon los seminarios para mejorar la educación del clero,
se fundaron numerosas escuelas, se estableció el catecismo y
se intensificó la labor misionera en otros continentes.
La Compañía
de Jesús, fundada en 1540 por el vasco San Ignacio de Loyola (h.
1491-1556), fue el principal apoyo de los papas para poner en práctica la
Contrarreforma.