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lunes, 1 de noviembre de 2021

TEMA: HUMANISMO, ENCICLOPEDISMO, REFORMA Y CONTRARREFORMA SEMANA 38,39,40

 


Desde los humanistas a los enciclopedistas

LQSomos. Zerimar Ilosit. Junio de 2011.

 

Este movimiento cultural, el de los Humanistas, que fueron literatos, científicos, filosóficos, nació en Italia y se propagó por Alemania, Holanda, Francia e Inglaterra. Como ideología de un medio social ilustrado y relativamente limitado, correspondió a las necesidades de lucha contra el feudalismo y esclavitud del individuo. Como movimiento cultural, el Humanismo tomó cuerpo gracias a los estudios intensos durante los siglos XIV y XV de los antiguos documentos sobre literatura, oratoria, historiografía, filosofía, legados por Grecia y Roma.

En Italia los Humanistas más eminentes fueron, en el siglo XIV Petrarca y Boccaccio; en el XV, Pico del la Mirandola, entre otros. Ellos quisieron libertad a la humanidad de las cadenas que fueron (aún perduran) de las concepciones religiosas, defendiendo los derechos y las dignidades del individuo.

 

Los Humanistas italianos en la época de su naturalidad tendían a emancipar la moral de los cánones del cristianismo escéptico; restablecer los derechos de una saludable sensualidad y denunciar las hipocresías monásticas. Ciertos humanistas como Erasmo (1466-1536) se limitaban a ridiculizar los oscurantismos, el parasitismo y la ignorancia especialmente de los monjes y del alto y bajo clero. Pero al mismo tiempo trataba al pueblo “desde arriba” y suprimía los problemas políticos. Otros, como el inglés Thomas More, proponía la reorganización social de la manera que toda trabajase y que los bienes de consumo fuesen repartidos igualitariamente. Aún otros, como Ulrich Von Hutten, humanista alemán de principios del XVI, proponía en nombre de la nobleza un programa de reformas imperiales y llegaron inclusive a iniciar una lucha directa contra los príncipes feudales. Por otro lado, en su mayoría los humanistas no se adiarán a la Reforma. 

El Humanismo contribuyó sensiblemente para ampliar el horizonte cultural de los hombres y valorizar la herencia literaria de la antigüedad, investigar, comentar, publicar manuscritos clásicos relegados al olvido durante la edad media. Igualmente fue su papel en la elaboración de métodos de críticas filosóficas. Numerosos humanistas, Erasmo, por ejemplo, conocía las lenguas y literaturas antiguas, fueron maestros de la investigación filológica al mismo tiempo que autores de talento que satisficieron las costumbres y la ignorancia del clero.

Después de haber desempeñado un papel progresivo durante los siglos XIV al XVI, el humanismo, desprovisto de auténtica base democrática, se restringió a un círculo cerrado de sabios latinistas que trataban al pueblo con altivez, despreciando al arte y la lengua popular. Los últimos humanistas italianos censuraron a Dante por haber empleado la lengua del pueblo y popularizando las doctrinas cosmológicas; y solo apreciaban de Petrarca y Boccaccio los escritos latinos.

Siempre más presos a una retórica artificial, se dedicaron a las sutilezas filosóficas con gran ostentación de erudición y de conocimientos en la arqueología. De esa forma la nueva ciencia del último periodo del Renacimiento creada por prácticos pintores, escultores ingenieros, se levantó no solo contra la escolástica, pero también contra el humanismo. Él ya burgués llegó a su apogeo durante el siglo XVIII, en la época de los enciclopedistas. Sin embargo, una vez en el poder, la burguesía renunció a las concepciones humanitarias y persiguió toda manifestación de pensamiento libre. 

 

Los Enciclopedistas fueron los precursores ideológicos de la Revolución Francesa de 1789, reunidos por una obra común: “La Enciclopedia”, (1751-1780). Juntamente con los filósofos, hombres de ciencias y escritores, colaboraron en ella ingenieros, militares y médicos de renombres. La Enciclopedia fue dirigida por el materialista e ideólogo francés del siglo XVIII, Denis Dederot, (1713-1784). Sus opiniones le valieron medidas de represión. Él reconocía la existencia objetiva de la materia eterna en movimiento.

Sus más íntimos colaboradores fueron D’Alembert y entre los autores más allegados de la obra figura Voltaire, Helvetius, Holbach, Rousseau; naturalistas célebres tales como Buffon, Leroy, etc. Los Enciclopedistas profesaban diferentes opiniones políticas. Algunos eran partidarios del ‘despotismo clerical”, otros republicanos, pero todos se oponían al régimen feudal; se pronunciaban contra los privilegios de las castas dominantes. Las opiniones filosóficas de los enciclopedistas eran igualmente diversas. Voltaire y Rousseau eran deístas, reconocían en Dios la causa primera, pero negaban sus influencias sobre la naturaleza. Diderot, Helvetius y Holbach se clasificaban entre los materialistas y ateos militantes. Sin embargo, ellos se sentían unidos por un odio común hacía la escolástica, el dominio de la iglesia católica sobre el espíritu humano.

Los enciclopedistas más radicales, los materialistas, luchaban resueltamente contra la servidumbre de la gleba. Gracias a su participación, la Enciclopedia se convirtió en un arma de combate contra los fundamentos de los regímenes feudales que aún persistían.

Los materialistas franceses no limitaban sus críticas simplemente a los asuntos religiosos, se hacían extensivos a todas las tradiciones científicas y a todas las instituciones políticas de su tiempo. Para demostrar la posibilidad de aplicación universal de su teoría, seguían el camino más corto: la aplicaban audazmente a todos los objetos del saber. La Enciclopedia es la obra gigantesca que les valió el nombre de precisamente de “Enciclopedistas”. De esta manera, el materialismo se convirtió en el credo de todas las juventudes culturales de Francia.

A pesar de eso ninguno de los enciclopedistas ultrapasaron los límites de la ideología burguesa. Su “reino de la razón” no era, a fin de cuentas, nada más que el reino idealizado de la burguesía. Aún así, ellos fueron perseguidos como enemigos del régimen feudal y de la iglesia católica. Algunos fueron condenados a prisión y sus obras quemadas. En la actualidad y con alguna que otra frecuencia en los medios divulgativos filosóficos, científicos y hombres de letras dan muestra de hostilidad para con los ideales de los “Enciclopedistas” tanto en el pasado siglo como en el actual.

Pero cabe afirmar que por otro lado no dejamos de ver la intensa lucha que hoy hay contra esas reacciones arcaicas por lo que apreciamos el gran papel que los “Nuevos Enciclopedistas” desempeñan contra los inquisidores actuales.

Reforma Y Contrarreforma

Desde finales de la Edad Media, en Europa se sentía la necesidad de emprender una profunda reforma religiosa que acabara con los vicios y la corrupción de la Iglesia. Lutero, en Alemania, fue el primero en romper con el dogma establecido, poniendo fin a la unidad de la cristiandad occidental.

Lutero y sus tesis

A principios del siglo XVI la imagen que ofrecía la Iglesia indignaba a muchos cristianos, que no podían aceptar prácticas como la compraventa de cargos eclesiásticos, el lujo de los papas, que se comportaban como príncipes renacentistas, la vida relajada de los clérigos y su escasa preparación.

Martin Lutero (1483-1546), monje agustino y profesor de teología de la Universidad de Wittenberg, se rebeló contra Roma cuando el Papa León X(1513-1521) ordenó, en 1517, la predicación de indulgencias, es decir, el perdón de los pecados a cambio de limosnas para financiar la reconstrucción de la basílica de San Pedro.

 

Grabado que representa a Martin Lutero fijando sus tesis en la Iglesia de Wittenberg.

El 30 de octubre de ese año Lutero fijó en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus noventa y cinco tesis contra la doctrina católica. Los puntos principales de su reforma eran:

La justificación por la fe: las personas se salvan sólo por su fe, y no por sus obras.

El sacerdocio universal: todos los creyentes pueden interpretar libremente los textos sagrados.

El libre examen de la Biblia, con el rechazo de la tradición de la Iglesia como fuente de la verdad y como autoridad en la interpretación bíblica.

Abolición del celibato sacerdotal obligatorio.

Reducción de los sacramentos a dos: bautismo y eucaristía.

Reforma y política

En Alemania las ideas de Lutero se extendieron rápidamente, por estar dividida en múltiples estados cuyos príncipes deseaban independizarse de la autoridad del emperador Carlos V y del Papa (ver t28). De este modo, la Reforma se convirtió en un arma ideológica para justificar intereses políticos.

En Inglaterra, la misma motivación política, impulsada por el deseo de reforzar la monarquía autoritaria, propició la separación respecto a la Iglesia de Roma cuando Enrique VIII (1509-1547) decidió crear la Iglesia anglicana (1534).

En Suiza, la Reforma tuvo como protagonistas a Ulrico Zuinglio (1484-1531) y, sobre todo, a Juan Calvino (1509-1564), quien instauró en Ginebra un gobierno extremista basado en la doctrina de la predestinación. El calvinismo se propagó por los Países Bajos, Escocia (presbiterianos), Inglaterra (puritanos) y Francia (hugonotes).

La consecuencia principal de la Reforma fue la división de Europa en diversas confesiones enfrentadas.

Tras la paz de Augsburgo (1555) entre Carlos V y los príncipes protestantes alemanes, se impuso la idea de que los súbditos estaban obligados a abrazar la religión de su señor, según la fórmula cuius regio, eius religio («tal es su país, tal su religión»). Dentro de cada demarcación no se toleraron las disidencias religiosas.

 

El Concilio de Trento y la Contrarreforma

La Iglesia católica también tenía un anhelo de reforma. Erasmo de Rotterdam (h. 1469-1536) realizó una crítica de la Iglesia desde dentro de la institución, pero la verdadera reacción sólo tuvo lugar cuando se comprobó que el acuerdo con los protestantes era imposible.

El resultado fue la Contrarreforma, cuyos principios eran opuestos a los de la Reforma de Lutero. El Concilio de Trento (1545-1563) fue convocado por el Papa Paulo III (1534-1549) para fijar el dogma católico y crear nuevos medios de difusión de la doctrina.

Las consecuencias inmediatas del Concilio fueron:

 

El dogma: se mantuvieron la creencia en la salvación por la fe y también por las obras, los siete sacramentos, el celibato sacerdotal y el culto a la Virgen y los santos; se ratificó la posición del Papa como cabeza de la cristiandad y la autoridad exclusiva de la Iglesia para interpretar los textos sagrados.

Nuevos medios: se crearon los seminarios para mejorar la educación del clero, se fundaron numerosas escuelas, se estableció el catecismo y se intensificó la labor misionera en otros continentes.

La Compañía de Jesús, fundada en 1540 por el vasco San Ignacio de Loyola (h. 1491-1556), fue el principal apoyo de los papas para poner en práctica la Contrarreforma.

 

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