La Primera Cruzada
Contra toda posibilidad, el ejército internacional
de la Primera Cruzada sobrellevó las dificultades de logística y las
habilidades del enemigo para recapturar primero Antioquía en junio del 1098 y
luego la grande, Jerusalén en el 15 de julio del año 1099. Con su caballería
pesada, armadura brillante, tecnología de asedio, y conocimiento militar, los
caballeros occidentales dieron una sorpresa a los musulmanes que no se volvería
a repetir. La masacre de musulmanes después de la caída de Jerusalén no sería olvidada
tampoco. Habían sucedido algunas complicaciones, como la aniquilación de la
Cruzada Popular, una banda de plebe no profesional, y una buena cantidad de
muertes debido a plagas, enfermedades y hambrunas, pero el éxito general de la
Primera Cruzada sorprendió incluso a los propios organizadores. La guerra
cooperativa multinacional podría cosechar dividendos, al parecer, y este era el
momento cuando los comerciantes empezaron a también mostrar un interés en las
cruzadas.
Los Estados Cruzados
Para defender el territorio ahora en manos
cristianas, cuatro Estados Cruzados fueron creados: el Reino de Jerusalén, el
Condado de Edesa, el Condado de Trípoli, y el Principado de Antioquía.
Colectivamente, estos fueron conocidos como el Este Latino u Outremer
("ultramar" en francés). El comercio entre Este y Oeste, que pasaba a
través de estos Estados, y los contratos lucrativos para embarcar cruzados al
Levante atrajo a los comerciantes de ciudades como Venecia, Pisa, Génova y
Marsella. Órdenes militares surgieron en los Estados Cruzados, como los
Caballeros Templarios y los Caballeros Hospitalarios, que eran cuerpos capaces
de caballeros profesionales que vivían como monjes y eran dados el trabajo de
defender castillos clave y peregrinos pasando. Desafortunadamente para la
cristiandad, los Estados Cruzados siempre sufrieron de una falta de mano de
obra y disputas entre nobles que se asentaron en ellos. La existencia de ellos
no fue fácil a través del siguiente siglo.
La Segunda Cruzada
En el año 1144 la ciudad de Edesa en Mesopotamia
Superior fue capturada por el líder selyúcida musulmán Imad ad-Din Zangi (r.
1127 - 1146), el gobernante independiente de Mosul (en Irak) y Alepo (en
Siria), y muchos cristianos fueron asesinados o esclavizados. Esto encendería
una nueva cruzada para tomarla nuevamente. El rey germano Conrado III (r. 1138
- 1152) y Luis VII, el rey de Francia (r. 1137 - 1180), dirigieron la Segunda
Cruzada de 1147 - 1149, pero este sello real de aprobación no trajo éxito. La
muerte de Zangi solo trajo a un más determinado personaje a la escena, su
sucesor Nur ad-Din (algunas veces llamado Nur al-Din, r. 1146 - 1174), quien
buscaba unir al mundo musulmán en una guerra santa contra los cristianos del
Levante. Dos grandes derrotas a menos de los selyúcidas en los años 1147 y 1148
golpeó el relleno del ejército cruzado, y su desesperado intento de salvar algo
honorable de la campaña, el asedio a Damasco en junio del año 1148, fue otro fracaso.
El siguiente año Nur ad-Din capturó Antioquía, y el Condado de Edesa dejó de
existir para el año 1150.
En el año 1147, los cruzados de la Segunda Cruzada
se habían detenido en Lisboa en ruta al Este para asistir al rey Alfonso
Enríquez de Portugal (r. 1139 - 1185) en capturar esa ciudad de los musulmanes.
Esto era parte del crecimiento continuo de los pequeños reinos cristianos al
norte de Iberia quienes estaban ansiosos de empujar a los moros musulmanes
fuera del sur de España, la llamada Reconquista (a pesar de
que los musulmanes habían estado desde el inicio del siglo VII). Los papas
estaban más que felices de incluir a los moros como otro enemigo del Oeste. Los
mismos beneficios espirituales fueron ofrecidos a aquellos que pelearan en el
Medio Oriente o Iberia. La nobleza española y portuguesa también estaba
entusiasmada de obtener el respaldo de una autoridad mayor y la mano de obra y
recursos financieros que prometía. Nuevas órdenes militares locales surgieron,
y las campañas fueron notablemente exitosas que solo Granada quedó en manos
musulmanas después de la mitad del siglo XIII.
LAS CAMPAÑAS BÁLTICAS INVOLUCRARON UN NUEVO ASPECTO DE LAS CRUZADAS: LA
CONVERSIÓN ACTIVA DE NO CRISTIANOS CONTRAPUESTO A LA LIBERACIÓN DE TERRITORIO
MANTENIDO POR INFIELES.
Las Cruzadas Bálticas
Una tercera arena para las cruzadas, de nuevo
respaldadas por los papas y la infraestructura más amplia de la Iglesia, fue en
el Báltico y aquellas áreas limítrofes de territorio germano que continuaban
siendo paganas. Las Cruzadas Bálticas de los siglos XII al XV fueron primero
conducidas por un ejército sajón liderado por los nobles germanos y daneses que
seleccionaron a los vendos paganos (también conocidos como eslavos
occidentales) como su objetivo en el año 1147. Esta fue toda una nueva faceta
de las cruzadas: la conversión activa de no cristianos contrapuesto a la
liberación de territorio mantenido por infieles. Los cruzados continuarían
después de eso, ampliamente conducidos por la orden militar de los Caballeros
Teutónicos que llamaron a caballeros a través de Europa para ayudarlos. La
orden, en efecto, labró su propio estado en Prusia y después se mudó a lo que
hoy es Lituania y Estonia. Muy seguido convirtiendo brutalmente a paganos y,
probablemente, más motivado por la adquisición de terrenos y riquezas que otra
cosa, las cruzadas fueron tan exitosas en sus objetivos que los Caballeros
Teutónicos se quedaron sin trabajo para el final del siglo XIV, y en lugar
tuvieron que enfocarse, con resultados mucho más pobres, contra los polacos,
turcos otomanos y rusos.
La Tercera Cruzada
De regreso en el Medio Oriente, el destino de los
tres Estados Cruzados restantes se estaba convirtiendo cada vez más precaria.
La nueva estrella musulmana, Saladino, el sultán de Egipto y Siria (r. 1174 -
1193) ganó una gran victoria contra el ejército del Este Latino en la batalla
de Hattin en el año 1187, e inmediatamente después tomó Jerusalén. Estos
eventos traerían la Tercera Cruzada (1189 - 1192). Tal vez la más
glamorosa de todas las campañas, esta vez había dos reyes occidentales y un
emperador al mando, por ello el nombre de 'la Cruzada de los Reyes'. Los tres
grandes nombres fueron: Federico I Barbarroja, rey de Alemania y emperador del
Sacro Imperio Romano (r. 1152 - 1190), Felipe II de Francia (r. 1180 - 1223) y
Ricardo I "Corazón de León" de Inglaterra (r. 1189 - 1199).
A pesar del pedigrí real, las cosas empezaron de la
peor manera para los cruzados cuando Federico se ahogó en un río en su trayecto
hacia la Tierra Santa en junio de 1190. La presencia de Ricardo finalmente
terminó el asedio de Acre a favor de los cristianos en julio de 1191, después
de que el rey inglés había causado ya un revuelo al capturar Chipre en el
camino. Marchando hacia Jaffa, el ejército cristiano anotó otra victoria en la
batalla de Arsuf en septiembre de 1191, pero al tiempo que las fuerzas llegaron
a Jerusalén, sintieron que no podrían tomar la ciudad, e incluso si lo lograban,
el ejército, relativamente intacto, de Saladino podría tomarla de vuelta
inmediatamente. El resultado final de la Tercera Cruzada fue un mero premio de
consolación: un tratado que permitía a los peregrinos cristianos viajar a la
Tierra Santa sin molestias y una franja de tierra alrededor de Acre. Aun así,
era un soporte vital y uno que inspiró muchas cruzadas futuras a expandirlo a
algo mejor.
Cruzadas Posteriores
Las cruzadas posteriores fueron más bien una
historia de los cristianos disparando sus ballestas a sus propios pies. La
Cuarta Cruzada (1202 - 1204) de alguna manera logró identificar a Constantinopla, la más grande ciudad
cristiana en el mundo, como su principal objetivo. Ambiciones papales, la
avaricia financiera de los venecianos, y un siglo de sospechas mutuas entre las
partes orientales y occidentales del antiguo Imperio romano crearon una
tormenta de agresión que resultó en el saqueo de la capital del Imperio
bizantino en el año 1204. El imperio fue dividido entre Venecia y sus aliados,
sus riquezas y reliquias desaparecieron de vuelta a Europa
La Quinta Cruzada (1217 - 1221) vio un cambio de estrategia debido a
que las potencias occidentales identificaron que la mejor manera de recapturar
la Tierra Santa de los musulmanes - ahora dominada por la dinastía ayubí (1174
- 1250) - era atacar primero el vientre suave del enemigo en Egipto. A pesar
del éxito, después de un arduo asedio, de tomar Damieta en el Nilo en noviembre
de 1219, la falta de consideración de los occidentales por las condiciones
locales y soporte lógico adecuado, deletreó su condena en la batalla de El
Mansurá en agosto del año 1221.
La Sexta Cruzada (1228 - 1229) vio la negociación lograr lo que la
guerra no pudo. El sacro emperador romano Federico II (r. 1220 - 1250), quien
había sido criticado por no participar en la Quinta Cruzada, logró llegar a un
acuerdo con al-Kamil, el entonces sultán de Egipto y Siria (r. 1218 - 1238), y
Jerusalén fue entregada a control cristiano con la condición de que los peregrinos
musulmanes podrían entrar libremente a la ciudad. Al-Kamil tenía sus propios
problemas en controlar su gran imperio, especialmente la rebelde Damasco, y
Jerusalén no tenía valor militar o económico al momento, solo una significancia
religiosa, haciéndola una ficha de negociación barata para evitar una guerra
distractora con el ejército de Federico.
La Séptima Cruzada (1248 - 1254) fue lanzada
después de que un ejército cristiano fuera derrotado en la batalla de La Forbie
en octubre de 1244. Liderados por el rey francés Luis IX (r. 1226 - 1270), los
cruzados repitieron la estrategia de la Quinta Cruzada y lograron solo los
mismos miserables resultados: la adquisición de Damieta y la derrota total en
El Mansurá. Luis incluso fue capturado, aunque fue rescatado después. El rey
francés tendría otra oportunidad en la Octava Cruzada en el año 1270.
En el año 1250 el Sultanato mameluco había tomado
el control de la dinastía ayubí, y tenían un líder formidable en el dotado ex
general Baibars (r. 1260 - 1277). Luis IX atacó una vez más el norte de África,
pero moriría de disentería atacando Túnez en el año 1270, y con él moría
también la cruzada. Los mamelucos, mientras tanto, extendían su dominio en el
Medio Oriente y capturaron Acre en el año 1291, eliminando definitivamente a
los Estados Cruzados.
Consecuencias y Efectos
Las Cruzadas tuvieron consecuencias enormes para
todos aquellos involucrados. Aparte de la obvia muerte, destrucción y
dificultades que las guerras causaron, también tuvieron efectos políticos y
sociales significativos. El Imperio bizantino dejó de existir, los papas se
convirtieron en los líderes de facto de la Iglesia Cristiana,
las Estados marítimos italianos arrinconaron el mercado mediterráneo en el
comercio de Este - Oeste, los Balcanes fueron cristianizados, y la península
ibérica vio a los moros ser expulsados al norte de África. La idea de las
cruzadas fue expandida aún más para proporcionar una justificación religiosa de
la conquista del Nuevo Mundo en los siglos XV y XVI. El puro costo de las
cruzadas vio a las familias reales de Europa crecer en poder así como el de los
nobles y barones declinaba. Las personas viajaron un poco más, especialmente en
peregrinajes, y leyeron y cantaban canciones sobre las cruzadas, abriendo un
poco más su visión del mundo, incluso si resultó ser prejuicioso para muchos.
A largo plazo, se tuvo el desarrollo de las órdenes
militares, que eventualmente se ataron a la caballerosidad, varias de las
cuales existen ahora de una forma u otra. Los europeos desarrollaron un mayor
sentido de su mutua cultura e identidad común, que también resultó en grado más
profundo de xenofobia contra los no cristianos - judíos y herejes, en
particular. La literatura y el arte perpetuaron
leyendas cruzadas en ambas partes - cristianos y musulmanes, creando héroes y
tragedias en una compleja red de mitos, imágenes, y lenguaje que serían
aplicadas, muy seguido de manera inexacta, a los problemas y conflictos del
siglo XXI.
Bibliografía
- Asbridge, T. The
Crusades. Simon & Schuster Ltd, 2012.
- Gregory, T.E. A
History of Byzantium. Wiley-Blackwell, 2010.
- Runciman, S. A
History of the Crusades. Folio Society, 2018.
- Shepherd, J. The
Cambridge History of the Byzantine Empire c.500-1492. Cambridge
University Press, 2009.
- Tyerman, C. God's
War. Belknap Press, 2009.
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